Sábado noche. La nocturnidad del momento se proyecta desde mi ventana con destellos luminosos de las farolas LED que hay en la calle. En mi pared televisiva suena un anuncio sobre las nuevas experiencias vívidas que venden en los canales de pago, siempre pienso en animarme, pero las únicas económicas son las que están repletas de figurantes chinos, y soy de la opinión de que una experiencia vívida en el China Town, envuelto en olor de calamar frito, comiendo perro a las tres delicias y rechazando cerveza fría, no vale mi dinero. Sobre la mesa hay un tubo vacío que gotea un líquido azul brillante sobre el suelo, además de las porciones de pizza que me raciono entre las escenas de película que la publicidad me permite ver. Siempre pienso en pagar la mensualidad extra para que me quiten los anuncios, pero prefiero gastar ese dinero en alcohol.
Mis pensamientos se ven sesgados cuando me parece escuchar algo en la cocina y veo en la pared televisiva la sombra de un hombre con sombrero y gabardina, proyectada desde la calle. Ha debido subir por las escaleras de acceso del callejón. Debajo de la puerta que da al pasillo comunal veo la sombra de unos pies, no me puedo creer mi mala suerte, me han seguido, están en mi casa, y han cometido el primer fallo, subestimar al gran Dovel Rex. Parecen ser únicamente tres matones, y con un movimiento lento pero preciso, despego la pistola que tengo debajo de la mesa, preparada para este tipo de emergencias. De entre los cojines que tengo a la derecha saco un cargador que tengo de reserva, lo deslizo en mi bolsillo y cuando toca el fondo salto de mi sitio y corro hasta el cuarto de baño, me encierro y corro el pestillo. Del otro lado de la puerta no se oye nada, los cabrones creen poder engañarme. ¡Los muy cabrones creen que pueden engañarme!
- Eh, hijos de puta, sé que estáis ahí, así que dejaros de gilipolleces. Voy a abrir la puerta lentamente, estoy armado, pero no quiero problemas. Hablemos.
Corro el pestillo mientras me caen dos gotas de sudor por el cuello, en vez de mirar al frente miro a mi espalda, al interior del cuarto de baño. Empujo la puerta y un par de disparos recorren la sala, los cabrones pensaban que abriría la puerta de forma convencional, pero la estaba empujando con el pie. Desde el reflejo del espejo del baño que estoy mirando veo a doce hombres trajeados y a una mujer de tono de piel azabache que me sonríe. No reconozco su cara, pero estoy seguro de haberla visto antes en algún sitio, jamás podría olvidar una delantera como esa.
- Rex, te tenemos por los huevos, ¿por qué no sales y hablamos?
- Claro, así podremos fundirnos todos en un fraternal abrazo, ¿no? ¡Comedmela! - Me aseguro de que el arma está cargada y aprovecho para moverme al otro lado de la puerta.
- Si quisiéramos matarte, ya lo habríamos hecho, idiota. Venimos a por algo, y sabes qué es.
La camiseta se me pegaba a la espalda como el queso fundido a los nachos, los cabrones me habían encontrado. Lo más seguro es que me hubieran seguido en nuestro último encuentro. O quizás alguien les había facilitado mi ubicación, sólo tenía un problema... No sabía quién cojones eran, y dada la circunstancia, todo apuntaba a que deberían al menos sonarme. Oigo risas al otro lado de la puerta y empiezo a sudar copiosamente, no dejo de darle vueltas al tema, no soy capaz de concentrarme, pero intento pensar.
Le debo los dos últimos meses al casero, y tengo que esconderme de él cada vez que subo las escaleras, pero dudo que tome medidas como esta. Podría tratarse de alguno de mis casos, mi trabajo es mucho más peligroso de lo que alguien podría pensar en un primer momento. Desde el pequeño hueco del cerrojo veo que ella, la morena vestida en negro de egregias pechugas camina hacia mí sin hacer ruido alguno a su alrededor, se acerca a mi puerta decidida, y pienso que se trata de la oportunidad que me encontraba esperando, me incorporo y cuento hasta tres, un empujón y estoy fuera, para sorpresa de todos la tomo por un brazo y me da tiempo a encerrarme con ella en el cuarto de baño mientras efectúo un par de disparos.
- ¡He ganado, hijos de puta! ¿Me oís? ¡He ganado!
- Rex, ¡me haces daño!
Debido a la excitación del momento no me he dado cuenta de que le estoy clavando los dedos en la carne del brazo, no deja de moverse con ansia y decido cogerla por el pelo, menos lesivo, pero igual de agresivo.
- Si no la sueltas en cinco segundos, eres hombre muerto, Rex. - grita una voz desde el otro lado de la puerta.
- Hablan en serio, imbécil, estás muerto. Ya no importa lo que hagas, este es tu fin, gilipollas, has llevado todo esto demasiado lejos. Nosotros no queríamos más que…
Le cruzo la cara de un guantazo y anuncio mis intenciones al resto de cabrones de fuera:
- Como alguien pegue un solo disparo, me la cargo, voy armado, idiotas.
Y tomo una decisión. Deben quedar entre ocho y diez de ellos en pie, utilizar a alguien de rehén supone ganar tiempo, pero estaría posponiendo lo inevitable. Este es mi final. Mamá, lo siento, pero te he fallado. Nunca llevé una chica a casa que presentarte, ni conseguí nada de lo que pudieras sentirte orgullosa, no hice nada por lo que ser recordado ni fui buena persona. Ahora se acerca mi fin y lo único que tengo a mano es una zorra cualquiera que busca mi muerte. Tengo los minutos contados, voy a morir, todos y cada uno de los ocupas de mi apartamento lo saben, por lo que no lo dudo y hago lo que un hombre tiene que hacer. Asiendo su cabeza por el pelo aprovecho la mano libre para liberar mis pantalones. En algún sitio recuerdo haber leído que al morir relajas el cuerpo y se produce la última excreción de semen de un hombre. No pienso malgastar así mi última salva de semilla, moriré con las gónadas vacías.
…
Después de poseerla un par de veces y de aguantar los gritos y amenazas del otro lado de la puerta aprovecho para posar su cabeza sobre mi miembro con fuerza y dejar que este se abra camino hasta el fondo de su garganta. Todo se mantiene en calma hasta que siento que me llega una brisa por la espalda. Alguien ha abierto la ventana que hay sobre la bañera, los muy cabrones han conseguido entrar por la ventana, deben estar bajando hacia mi bañera desde la ventana. No les dejo tiempo de reacción pues me levanto rápidamente y descargo el contenido de mi cargador sobre esos dos cabrones, que se desploman sobre la superficie de porcelana.
Una vez cambiado el cargador de mi arma y agarrando por el pelo a mi rehén abro la puerta. El olor es muy fuerte, la atmósfera está muy cargada, el fin se abalanza sobre mí, las armas se disparan y yo no dejo de apretar el gatillo mientras caigo, mi cuerpo inerte yace sobre el suelo, las luces se apagan, mi vida se acaba, caigo en el sueño eterno.
...
Aporrean la puerta de mi apartamento mientras yazco inconsciente sobre la moqueta del suelo, unos pequeños pero certeros rayos solares se cuelan desde la ventana del otro extremo del apartamento, directos a mi retina. La puerta sigue siendo golpeada.
- Sé que estás ahí, hijo de puta. Me pagas esta semana que viene o subo con un jodido soplete y te derrito esa cara de gilipollas que llevas.
Las pisadas se alejan por el pasillo y yo me incorporo mientras un retortijón hace de las suyas y vierto la cena del día anterior sobre el sofá. De mi mano derecha cae un diminuto cadáver, en la izquierda tengo un aerosol, la cabeza no deja de darme vueltas. Voy hasta el baño y confirmo que la puerta está entera, en el fondo de la bañera hay dos pequeños puntos negros, en el salón hay más de estos puntos negros con las patas hacia arriba. La noche anterior libré una gran batalla en mi apartamento, no llevo nada de ropa de cintura para abajo, en mi mano izquierda llevo un bote vacío de spray anticucarachas. Ha sido una noche larga, que no pienso repetir. Sobre la mesa veo un frasco de kush goteando su líquido azul sobre la moqueta y entiendo lo que ha pasado.
No pienso volver a consumir drogas. Es un hecho.
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