lunes, 7 de marzo de 2016

Capítulo 4: Remesa del 66

Hay muchas formas de despertar en medio de la noche, unas siempre más agradables que otras, pero imagino que sólo hay una forma de despertar si te encuentras en un planeta poblado por leones bípedos de dos rabos, lejos de lo que llamabas hogar, encerrado en una celda a solas con otro hombre. Por ello no termino de entender por qué me sorprendió tanto el sentir una mano cariñosa y juguetona que masajeaba mis pelotas mientras descargas de placer helado recorrían mi sistema nervioso: una húmeda y cálida lengua hacía de las suyas sobre el lóbulo de mi oreja izquierda. No había otra forma de despertar posible en un sitio como este, pero eso era algo que yo todavía no había entendido.

- ¡Quita, julai! ¿Se puede saber qué cojones haces? - Me basta un giro sobre mí mismo y una patada en la cadera para hacer caer al maquinista sobre el suelo.

- ¿Cómo dice, patrón? Yo no hice nadita, pues, no le entiendo.



- Me estabas magreando las bolas, cabrón, ahora no te hagas el loco. - Un extraño espasmo contrae mi cuerpo, lo que consigue que incluso apriete las nalgas. Lo más triste del asunto es que estaba disfrutando de sus masculinas y homosexuales caricias.

- Estaba durmiendo, compadre. Debió ser cosa de mi mujer, a la que ahora no veo por acá... No en vano ayer en la tarde me ofreció trío con usted, nomás.

Frunzo el ceño con fuerza, el hijo de puta es un sarasa-toca-pitos y no quiere reconocerlo, se siente muy macho, cuando hasta hace unos segundos tenía mi entrepierna entre los dedos. Y encima nombra de nuevo a su mujer, que no existe. Lo extraño del asunto es que tiene cara de recién levantado y bosteza con parsimonia, incluso se pasa la mano por los ojos, realmente parece que acabe de despertarse. Recorro la celda que compartimos con la mirada, y como no puede ser de otra manera, no veo a nadie más que a nosotros dos. Me tapo la cara con las manos. Me siento estúpido por si quiera contemplar esa posibilidad. Comparto celda con un marica, no hay mucho más que pensar.

- Maquinista, que corra el aire, ¿vale?

- No entiendo, patrón. Y soy Méndez, Fernando Méndez.

- Pues eso, Méndez, que será mejor que guardemos distancias, ¿vale?

- Claro, sin problema, compadre.

Y como si no hubiera pasado nada, el muy cabrón vuelve a la cama y se tumba a dormir, mientras yo me quedo sentado sobre el frío suelo terroso, temiendo por la integridad de mi válvula de escape. Antes de darme cuenta caigo en un profundo sueño en el que no dejo de tener pesadillas con fantasmas latinoamericanos que cabalgan sobre llamas y que son invocados por chamanes que compiten por la virginidad de mis posaderas. Me despierto sudando al oír un grito.

...

- No puede ser. - el grito interrumpe mis pesadillas e incluso consigue que me levante en el acto. Es su voz, algo ha pasado.

- ¿Ha sido usted, compadre? - pregunta un despreocupado Méndez desde la cama.

- No cabrón, parece ser cosa de la otra chica de la tripulación... - y me le quedo mirando mientras recibo por respuesta una silenciosa sonrisa y un asentimiento de cabeza. El hijo de puta no da su brazo a torcer, los dos sabemos que su mujer no existe, pero eso no elimina la sonrisa de su cara.

- ¿Qué sucede Chomelita? - pregunta antes de que yo pueda hacer gala de la preocupación que me envuelve.

- Voy a explotar. Sondo, me encuentro mal, ayúdame a levantarme.

Desde el otro lado de la pared no dejan de oírse alaridos de dolor y sollozos. Sondo no emite sonido alguno, pero sentimos movimiento, algo ha de estar haciendo.

- Memo, tengo el estómago abultado, parece que vaya a explotar en cualquier momento. Registrad la habitación. Tenemos que salir de aquí. Le he pedido a Sondo que intente arrancar los barrotes de la ventana, pero no está por la labor...

Me revienta tener que reconocer que no hemos movido un dedo desde que llegamos. En la celda contigua han debido aplicarse a fondo en busca de alguna vía de escape, mientras en esta celda nos hemos dedicado a meternos mano y compartir cama. Me siento fatal, pero no hace falta que haga notar nuestras inexistentes y por lo tanto infructuosas pesquisas, me basta con realizar mi función: Capitanear.

- Sondo. Agárrate a esos barrotes de la ventana e intenta arrancarlos con todas tus fuerzas.

Méndez se queda mirándome, consciente de que soy el capitán del equipo y de que probablemente esta sea la primera vez que digo algo y se me hace caso. Todo depende de la cadena de mando, por lo que no me lo pienso y le grito:

- Y tú, levanta tu moreno y pesado culo de la cama y ponte a tantear paredes, tiene que haber una salida de este agujero de mierda. - y antes de que pueda darme cuenta tengo a Fernando rascando las terrosas paredes de nuestra prisión con las uñas desnudas, mientras de la celda contigua llegan gritos ahogados.

- Sondo, déjalo ya, joder. Memo, dile algo al gigante este, le están sangrando las encías de la fuerza que está haciendo. Va a morir tirando de los barrotes.

- Te ordeno que pares, Sondo. - le ordeno, justo cuando se oye el chocar del metal contra el metal. El cabrón ha arrancado la estructura metálica de la ventana, como me confirma Chomelo en la distancia.

- ¿Y que ven? - pregunta el sarasa del maquinista.

- No os va a gustar nada...

- ¿Qué pasa? ¿Estamos en lo alto de una gran torre? - pregunto ansioso.

- No, no es eso... Estamos jodidos, muy jodidos.

Una voz desconocida interrumpe nuestra conversación al decir:

- Estáis en Groar-Zam-Grar, hogar de los leoninos, traficantes de esclavos conocidos en todo el Universo, y no, no lo tenéis fácil.

Una simple mirada a nuestro interlocutor hace que se me escapen las palabras:

- Estamos jodidos, desde luego que sí...

...

Ante mis ojos, del otro lado de los barrotes de mi celda veo ante mí un extraño ejemplar de ser humano. De aspecto es similar a uno convencional, es rubio y de ojos claros, y el cabrón se mantiene en buena forma, está bien musculado. El problema son los detalles artísticos que cubren su cuerpo, tatuajes de colores azul, amarillo, blanco y negro, de tonos brillantes y frescos. Desde la espalda puede verse cómo arrastra por el suelo una cola de plumas, no entiendo nada.

- ¿Quién...? ¿Qué cojones eres, tío?

- El motivo por el que estáis aquí.

Una mirada de complicidad se cruza entre Fernando y yo. El objetivo de la misión no tenía nada que ver con esto, no entendemos nada.

- Antes fui un ser humano. No ahora, que soy otro ser. Antes fui científico. No ahora, que soy pájaro. Antes fui emisario de los humanos. No ahora, que soy El Pavo Real De Dos Picos.

Y como representación para todos los presentes estira los brazos y las piernas formando una equis con el cuerpo, el taparrabos que le tapa la entrepierna cae al suelo y la cola de plumas que se arrastraba por el suelo se yergue en toda su extensión proyectando una sombra sobre nosotros. Su miembro viril también se encuentra tatuado, y puedo entender al momento, y sin necesidad de hacer más preguntas el por qué de su nuevo nombre. De color amarillo su segundo pico se abre camino desde la pelvis, mientras sus pelotas tatuadas en tonos azules y negros forman un par de ojos. Lo peor de todo el asunto, es que nunca había visto un tatuaje tan jodidamente trabajado. Aunque todo hay que decirlo, su segundo pico es pequeño y marchito, y los ojos tienen demasiada caída, pareciera que se están derritiendo.

- Llegué al planeta vecino con una compañera de gremio, teníamos una misión que llevar a cabo, pero los leoninos nos capturaron. Como hicieron más tarde con el siguiente grupo de exploradores. Fueron días difíciles, pero ahora me encuentro feliz aquí. Es mi nuevo hogar.

- ¿Eres el científico? No me jodas... - no podía salir de mi asombro. Habíamos venido desde la Tierra, en misión especial, para descubrir el paradero de este tío, y resultaba que se encontraba demasiado ocupado pintándose la minga. Y no solo eso, parecía contento aquí.

- Antes fui Matt Michaels el biólogo. No ahora, que soy El Pavo Real De Dos Picos. - y de nuevo llevó a cabo su lamentable espectáculo de despliegue de plumas, que no resultaba ni la mitad de interesante que la primera vez.

- ¿Qué pasó? ¿Cuánto tiempo llevas aquí? - pregunta Chomelo ansiosa, mientras él se acerca a su celda, con un metal brillando en la mano.

- Lo mejor será que salgáis de aquí, hay poco tiempo. Habéis sido toda una noticia en Groar-Zam-Grar, tenéis entre vosotros a alguien capaz de hablar su idioma, lo que después de años con ellos, todavía me cuesta a mí.

Con el metal brillante en forma de garfio por delante abre los candados de nuestras celdas, que hacen un sonido mecánico al introducirse este gancho, como de engranajes. Ya fuera, el científico nos cuenta lo sucedido en su misión, cómo, tras pasar unos días en la superficie del planeta fueron abducidos por los leoninos. La científica que le acompañaba murió a los tres días de llegar, y se vio por lo tanto solo, rodeado de una raza que se dedica al tráfico de esclavos sexuales, siendo estos esclavos de todas las razas libres. Y como no podía ser de otra forma, los más codiciados, los humanos.

- Así que tuve que tomar una decisión, sometí mi alma a la fuerza natural de este planeta, y me convertí en El Pavo Real De Dos Picos. - el numerito de las plumas y del segundo pico flácido empezaba a cansar un poco, ya no tenía gracia alguna.

- ¿Sometiste tu alma?

- Así es. Pasé a ser Primera Dama de los leoninos.

Ya fuera de las celdas, las miradas se cruzaban entre nosotros cuatro, incluso el castrati de Sondo nos miraba sin comprender nada.

- ¿Cómo que Primera Dama? - pregunta una abultada Chomelo con curiosidad.

- Decidieron no traficar conmigo debido a mi condición, y por ello me convertí en Primera Dama, mi función es mantener contentos a los altos cargos leoninos, para quienes un cuerpo humano es algo especialmente exótico.

Aguanto el reflejo de vómito con esfuerzo. Por nuestra experiencia con el guardia, los leoninos son grandes y fuertes, sin contar con el hecho de que tienen tres rabos, dos de los cuales están listos para dar caña. Recuerdo mi episodio con Sondo y no puedo evitar mirarle mientras el sudor me cae por la cara. Vomito sobre el suelo y me disculpo por el mareo.

- Qué puto asco, memo, deja que acabe con su historia.

Mientras me limpio la comisura de los labios con la manga le planteo una pregunta que nunca debería haberle hecho, algo que cambiaría todas las cosas:

- ¿Debido a qué condición dices que no traficaron contigo?

- Esperaba que lo preguntaras, hermano. Fui uno de los hijos de la remesa del 66. Probablemente uno de los únicos que permanecen vivos.

- Órale, ¿de qué remesa habla, compadre?

- En el 3166 de nuestra era se decidió crear sujetos con probeta, como ya se lleva haciendo cientos de años, pero de forma algo diferente. Utilizando la semilla combinada de varios hombres, de forma que cada uno de nosotros tiene varios padres, pero una única madre. Seleccionaban lo mejor de cada uno de los progenitores, de forma que salieran sujetos más perfectos y pacíficos. Pero se descubrió que estos sujetos morían al cumplir los treinta años, sin explicación aparente, todos y cada uno morían al llegar a esta edad. Algunos de estos sujetos llegaron a tener descendencia, y yo soy uno de ellos, mi padre murió a la edad de treinta años, y yo he superado en cinco años esa maldición.

- ¿Pero cómo puede ser posible esa mierda? ¿No lo sabían al enviaros aquí?

- Claro, no os han revelado toda la información respecto a la misión, ¿verdad? Nos enviaron aquí debido a que pensaban que en las condiciones climáticas y medioambientales de este planeta, podríamos sobrevivir, ya sabían desde el principio que el otro planeta era artificial. Os enviaron a vuestra suerte.

- Me cago en la puta de oros. - grita Chomelo, apretando los dientes y dándole un puntapié a la pared más cercana. - Es la segunda vez que el ejército me la juega, joder. Pienso masacrar a todos esos cabrones cuando vuelva. Os lo juro.

- ¿Y cómo así que sigue vivito? - me carga mucho la forma que tiene de hablar Méndez, aunque la pregunta que ha hecho nos interesa a todos, especialmente a mí.

- En el centro de este planeta se encuentra un hongo gigante que segrega unas esporas parecidas a las feromonas femeninas que tienen dos efectos interesantes. Sobre los individuos relacionados con la remesa del 66, elimina la muerte inminente que cae sobre ellos. Pero sobre cualquier ser humano, se acentúa un comportamiento homosexual, no tiene sentido que reprimas lo que sientes, todo ser vivo de este planeta es homosexual, y únicamente al salir de la atmósfera de este planeta recuperas tu condición sexual.

- ¿Me estás diciendo que has abrazado la homosexualidad para salvar la vida? - no me puedo creer la mierda que estoy oyendo.

- Así es, y no me arrepiento de ello... Ahora, debéis correr, los leoninos vendrán dentro de poco, debéis iros vosotros tres corriendo, tú tendrás que quedarte conmigo. - y el muy cabrón me señala a mí con el dedo.

- ¿Pero qué me estás contando, pajarraco? Me piro con ellos, soy su capitán.

- Tú eres de mi condición, hermano. Los hijos de la remesa del 66 tenemos la habilidad de reconocer a uno de los nuestros cuando le miramos. Y puedo asegurar que tú eres uno.

El silencio que genera esta declaración se rompe cuando Chomelo realiza la pregunta que nadie se atrevía a hacer:

- Memo... ¿Cuántos años tienes?

- ¿Yo? Tengo... Veintinueve.

La habitación empieza a dar vueltas a mi alrededor, un segundo retortijón tiene lugar y un líquido abrasivo sube por mi garganta, vomito los restos de lo que pueda tener en mi estómago sobre el suelo.

- No pienso ser Segunda Dama, joder. ¡NO PIENSO SER SEGUNDA DAMA!

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